jueves, 17 de junio de 2010
38 ¿DE QUÉ DEBE SALVARSE REALMENTE EL HOMBRE?
De lo que debe liberarse el hombre es de las garras de un mundo que nos tiene a todos embelesados con los fuegos de artificio de una modernidad enfocada mayoritariamente hacia la tecnología, la macroeconomía, la superinformación y la comodidad material, todos hechos que nos impiden comprender cabalmente el triste significado del hambre y la miseria de los dos tercios de la Humanidad, y más grave aún que con su parafernalia y grandelocuencia no nos permite darnos cuenta de la pobreza de nuestra propia alma, de raigambre esencialmente espiritual. Los objetivos de las cúpulas directoras del mundo, son de tipo eminentemente economicista, unidireccionales y hegemónicos, hecho que se ha venido profundizando desde que comenzara la Revolución Industrial, con su desprecio por los principios y valores espirituales más fundamentales del hombre. Es deber de todo hombre y de toda mujer para sanar su alma (contribuyendo asi a sanar el alma del mundo), liberarse de tales ataduras “dándose cuenta” de este engaño masivo y, premunidos de la verdad, volar con las alas de la libertad, hacia el destino de paz y comunión de todos los seres de la Tierra, en base al conocimiento de las potencialidades de cada uno, que a través de los espacios interiores, convergen hacia una sola conciencia suprema que nos une a todos como hermanos, hijos del mismo Padre. “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
No es posible obtener sabiduría si no es a través de un largo tiempo de ejercer una honrada instrospección. La autoinspección, o descarnada observación de la vanidad de nuestros pensamientos y deseos, es una dura y demoledora experiencia, capaz de pulverizar al ego mas soberbio, pero aunque dolorosa, es la única vía que opera indefectible y matemáticamente, produciendo gente sabia para actuar en la vida.
En cambio el camino de los auto-reconocimientos individuales, sólo produce egotistas, hombres y mujeres pretenciosamente seguros de saberlo todo, con el derecho a exigir que todos consideren como ciertas sus propias interpretaciones (que por ignorancia son generalmente falsas), acerca de Dios y del Universo. En tanto no se liberen de sus vanidosas pretensiones, estos hombres y mujeres serán incapaces de comprender las verdades eternas, anegadas sus mentes por el engañoso fango de sus autocomplacientes ilusiones mundanas.
¡Grandes y duras son las batallas en las primeras contiendas de la persona contra sus enemigos internos!
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